Desde 1989 y por promoción del Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cada 11 de julio se conmemora el Día Mundial de la Población, en afán de dar visibilidad y dimensión a las complicaciones demográficas y encaminar los esfuerzos en su resolución.
Según el Banco Mundial, la población de todo el planeta hasta 2020 se contaba en siete mil setecientos cincuenta y seis miles de millones. Atender las necesidades de tantas personas supone un primer problema en identificarlas, pero también en saber que no se puede generalizar. Por ello debemos evitar pensar la población como una masa amorfa y entender que las personas que la conforman provienen de una pluralidad de contextos.
La pandemia por Covid-19 ha volcado los esfuerzos de los gobiernos en la atención a su particularidad, por lo que la salud es un tema prioritario. El reparto de las vacunas aún es una emergencia, puesto que no ha sido igualitario para todos los países. Este año, también es preocupación el desplazamiento forzado por temas de violencias sociales que en mayo superaron los cien millones. Otro tema prioritario es la atención a las violencias que viven las mujeres, adolescentes y niñas en la garantía del acceso a sus derechos fundamentales, así como los derechos sexuales y reproductivos.
Aunque el panorama cercano pueda parecer optimista, conocer las problemáticas que atañen a la humanidad de manera global, permiten conocer la realidad de las diferencias y dimensionar los beneficios con los que contamos en nuestro propio entorno.
Para México también existe un foco de atención a sus propias necesidades, los temas que requieren la implementación de soluciones se enlistan en: detener la contaminación ambiental, proteger los recursos naturales, cuidar el agua construyendo plantas de agua potable y el avance en materia de producción de alimentos, recuperación de la economía, atención a la salud, desarrollo de la educación y garantía del bienestar social.
Cada uno de esos rubros está relacionado con otros. La crisis climática que se vive en diferentes estados ha sido visible en las notas periodísticas en semanas recientes, así como su relación con el desabasto de agua. La protección de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente son aspectos necesarios en la atención a la salud y la prevención de alimentos. Y, por supuesto, todo ello es intrínseco al bienestar social y la garantía de derechos.
El horizonte mundial, así como el nacional, apuntan a la necesidad de la recuperación de las sociedades tras el impacto que una pandemia deja, puesto que se trata no sólo de la dispersión de una enfermedad infecciosa, sino también de sus efectos en la economía, el desarrollo social, las decisiones políticas, las modificaciones en la educación y el trabajo y el daño a la salud mental.
No existe un cálculo preciso para determinar un periodo de restauración, pero la resiliencia en las sociedades se logrará a partir de la atención garante de derechos que, en conjunto, debe repercutir en una progresión.