El saneamiento, un término poco escuchado en los discursos oficiales, en las cátedras, en los propósitos legislativos, incluso entre los ambientalistas. Saneamiento, una palabra que normalmente va asociada al concepto de agua, pero en las acciones, el acceso al vital líquido se lleva el mayor porcentaje de trabajo.
¿Por qué esta falta de atención? ¿Será qué a las personas, en general, no nos gusta hablar de los desechos, del drenaje, de la caca, de lo que ya no sirve, y peor aún, no se mira cómo debe atenderse cuando genera un círculo de contaminación importante, principalmente entre las poblaciones más vulnerables?
«A nivel nacional sólo el 58% de la población del país tiene agua diariamente en su domicilio y cuenta con saneamiento básico mejorado, el estado con la situación más crítica es Guerrero con 10%, en contraste con Nuevo León con un 95%», indica el Programa Nacional Hídrico 2020-2024 de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). El medio urbano ha sido el más favorecido con un de 64% de la cobertura, mientras que en el medio rural apenas se alcanza el 39%.
La Semarnat identifica 14 estados con mayor rezago en el acceso a estos servicios; la mayoría de estos en el centro y sureste mexicano, donde viven las personas con más carencias económicas, y donde el porcentaje de atención en la materia va del 10 al 50%. En el mapeo se encuentran: Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Morelos, Estado de México, Hidalgo, San Luis Potosí, Zacatecas, Nayarit y Baja California Sur.
En Cántaro Azul platicamos con la doctora Ana Cecilia Espinosa, del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien nos explica que el saneamiento responde a la manera segura de deshacernos de los desechos que producimos los humanos; en consecuencia, de las aguas sucias que corren por los drenajes y sus contenidos.
Integrante del Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad (LANCIS) de la UNAM, la doctora Espinosa expone que al hablar del saneamiento hacemos referencia a las llamadas aguas negras generadas por los humanos, todas las ciudades, comunidades, centros de población, y «alguien se tiene que hacer cargo de ellas; ese alguien podemos ser nosotros mismos, nuestro municipio, el Estado o la Federación».
Básicamente, indica, «es que las aguas que desechamos, una vez que las usamos, ver hacia dónde van, hacia dónde se conducen para que no hagan daño a la población. Ante esta necesidad, el saneamiento en nuestro país se entiende como que tengamos algún servicio de drenaje; que nuestras familias puedan estar conectadas a una red o que tengamos alguna otra salida. Entender el drenaje en una ciudad es muy sencillo; sin embargo, en zonas rurales no hay una red disponible».
El Manual de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento, elaborado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), señala que «los elevados costos de los servicios de agua potable y alcantarillado convencionales han provocado que su cobertura en el medio rural sea insuficiente, originando problemas de salud que se relacionan directamente con la calidad del agua y la disposición inadecuada de las excretas».
«Desde el punto de vista sanitario, esta situación constituye un riesgo para la salud, ya que la falta de agua potable y drenaje causan el consumo de agua de dudosa calidad y el fecalismo al aire libre», expone.
El derecho al saneamiento
La instrumentación de este tipo de infraestructura corresponde, en materia de responsabilidades, en primera instancia al municipio y, enseguida, a los organismos operadores del sistema que en muchos lugares suelen ser contratados en servicio privado por la autoridad municipal.
Para la doctora Espinosa, en nuestro país el tema del saneamiento «se ha dejado en segundo, tercero o hasta quinto lugar, porque tenemos una urgencia de atender el abastecimiento de agua limpia».
No obstante, el sexto párrafo del artículo 4º constitucional establece que: «Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho y la ley definirá las bases, apoyos y modalidades para el acceso y uso equitativo y sustentable de los recursos hídricos, estableciendo la participación de la Federación, las entidades federativas y los municipios, así como la participación de la ciudadanía para la consecución de dichos fines».
Ante la urgencia que existe de atender el abasto de agua para las poblaciones, señala la académica de la UNAM, sin descalificar estas acciones, el saneamiento se ha quedado atrás como tema de atención porque se nos han presentado más problemas en el abastecimiento, relacionados con la cantidad de agua de la que podemos disponer y la calidad del líquido dotado.
No obstante, tanto el abastecimiento, la calidad del agua y el saneamiento son asuntos que las autoridades responsables deben atender en paralelo. Ejemplifica: si una comunidad se abastece de agua, esa misma cantidad de líquido va a generar agua residual.
Por ello, es indispensable añadir cada vez más al discurso y a las acciones el tema del saneamiento. Atenderlo, «podría aminorar las enfermedades que genera esta falta de atención, como las gastrointestinales, ocasionadas principalmente por partículas de heces fecales humanas transportadas por el viento y por escurrimientos pluviales. Estas infecciones podrían disminuir asegurando la adecuada cantidad y calidad del agua entubada, así como una disposición apropiada de excretas», reconoce la misma Conagua. Así que hablemos más del saneamiento, la caca, las aguas residuales y los desechos. Actuemos.