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Alberto Hernández

Llegó Cántaro Azul




Mi nombre es Daniel y quiero contarles un poco de lo que ha sido mi vida en mi comunidad en estos últimos 12 años de mi existencia.

Antes de que el sol se asome en el horizonte por las mañanas, utilizo las técnicas desenmarañonas de los mejores escapistas y destrabo mi pie de entre los agujeros de mi sábana favorita, e intento despertar el otro que había quedado dormido antes que yo a primeras horas de la madrugada. La demora no es una cualidad matutina por estos lugares, pues uno debe levantarse a dejar alimento al gallo-alarma antes para que nunca deje de sonar. Prender el fogón es una actividad que hacemos hasta con ojos cerrados, ya que en el pueblo aún no llega la luz.


Aquí en casa, las noches y días se dominan a su antojo. Claro ejemplo de ello es que las noches con lluvia llegan a ser muy largas y los días nublados muy cortos. Desde pequeño uno sabe que el tintineo de las gotas que se estrellan en las láminas de los techos es el preludio a una noche larga de esquivamiento de gotas que buscan mojarnos sin tregua hasta el amanecer. Todas las noches le pido a las estrellas que por ningún motivo se muevan y no dejen ponerse a las nubes en su lugar. Creo que ha funcionado bien porque ahora ya no llueve tanto como antes. Aunque pienso que esta ha sido una de mis grandes victorias, esto no ha sido bueno del todo, pues otros lamentan la falta de agua para sus cosechas. Tengo que ser fuerte para no decirle a mi papá que he sido el que ha pedido a las estrellas que no dejen espacio para las nubes con lluvia. Creo que un día de estos le pediré al cielo que llueva pero sólo de día, para que la noche no se alargue tanto.

Mi mamá tiene la energía del mundo, nunca he visto que duerma. He intentado desmentir la teoría de su superpoderes y saber si realmente descansa o tiene poderes sobrenaturales pero nunca la he visto descansar, me duermo y ella sigue acomodando cosas en la casa, despierto y la encuentro a ella con un festín en la mesa que a mí me hubiera llevado días en hacerlo. A veces se desaparece por horas y al regresar trae consigo unas ánforas enormes llenas de agua para tomar. Ella siempre nos ha dicho que el agua para tomar debe ser del manantial y de ningún otro lugar. Ella no lo sabe, pero mi hermano y yo tomamos agua de la lluvia que almacena en tambos por fuera de la casa, es agua no es tan rica como la de manantial, pero al menos nos quita la sed cuando no hay otra para tomar. Mamá siempre nos atrapa cuando nos enfermamos y nos duele la pancita y nos dice que el agua de la lluvia no se debe beber.

Mi abuelo dice que nacemos en un lugar para agradecer a la madre tierra y cuidarla. Hay mucha gente que no ha escuchado a mi abuelo y llega a cortar muchos árboles por estos lados y tiran mucha basura que tarde o temprano va a terminar en nuestro manantial. Parece que es tan malo porque la gente del pueblo lo ha comenzado a replicar. Estoy seguro que esto no es lo correcto, pero siendo tan pequeño no creo que me escuche.

Hoy estoy especialmente contento porque en la escuela tendremos la visita de unas personas de la ciudad. La maestra nos contó que estas personas quieren proteger nuestros manantiales y que están buscando niños y niñas que quieran participar. Quiero contarles todo lo que he aprendido y preguntarles si el agua que cae del cielo se puede tomar. Le pregunté a la maestra como se llaman las personas que van a llegar y ella me contó que no sabe sus nombres, pero que la gente los llama Cántaro Azul.

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