Desde niña sentí mucha curiosidad por conocer qué hay dentro de una célula, cómo se forman los volcanes o por qué llueve. Mi interés se fue centrando en conocer más sobre la naturaleza y los seres vivos y después, en cómo las personas interactuamos con ella y los retos globales que hemos generado. Decidí estudiar la carrera de Ciencias Ambientales y ahí, tuve la oportunidad de conocer la Salud Ambiental y de realizar el proyecto de final de carrera en este mismo campo.
Colaboré con la ONG ecuatoriana Acción Ecológica en un estudio epidemiológico con una población de la etnia Shuar llamada Yamanunka en la Amazonía ecuatoriana. El proyecto analizaba el estado de salud de la comuna en relación a la exposición a la contaminación vertida al medio por la industria petrolera.
Una vez en el campo, también surgió la necesidad de prestar atención a la contaminación proveniente de las fumigaciones de la palma africana. De esta manera, me encontré realizando un estudio en un ecosistema tan complejo como la Amazonía, en el que había contaminación por diferentes tóxicos (a causa de la extracción petrolera e industria de aceite de palma africana), varias vías de exposición (contaminación atmosférica, del agua y del suelo) y con una población oprimida y culturalmente muy alejada del pensamiento occidental.
Este contexto a la hora de diseñar un estudio epidemiológico fue el que me hizo comprender la necesidad de tener una perspectiva más integradora y holística de la salud. La formación con la que yo contaba no me permitió demostrar de forma rotunda la causalidad y correlación entre la contaminación y la mortalidad y morbilidad de la población de Yamanunka, una realidad perceptible a simple vista.
La impotencia que me produjo ser consciente de que mi conocimiento en este campo era limitado para abordar un caso de tanta magnitud fue la que me llevó a seguir buscando campos de conocimiento que me ayudaran a entender la salud desde una mirada que interrelaciona diferentes disciplinas, y es la que me motivó a seguir estudiando.
Me dediqué un tiempo a conocer el trabajo de colectivos y movimientos sociales de América Latina y de España. En mi experiencia con estos proyectos comprendí la estrecha relación entre desigualdades sociales y estados de salud. También aprendí, que trabajar por mejorar la salud es parte de la lucha por la dignidad de las personas y de los pueblos, y que un buen estado de salud se consigue mediante un proceso de empoderamiento y emancipación de la sociedad.
En mi proceso personal las motivaciones sociales y ambientales se fueron desarrollando, encontrando puntos claros de unión, como se puede apreciar en las experiencias que narro. La aproximación al estudio de la interrelación entre pobreza y la degradación del medio ambiente, y sus causas comunes y de cómo este hecho determina la salud, fue una de mis grandes inquietudes. Esto generó en mí motivaciones personales, profesionales y académicas para dar una respuesta con las herramientas metodológicas y conceptuales que tenga en mi mano para contribuir con mi trabajo a la construcción de una salud pública más holística e integradora que tenga en cuenta todos los factores determinantes para la salud: políticos, económicos, ambientales, sociales y culturales.
En esa búsqueda de una formación que me proporcionara herramientas metodológicas y conceptuales para solidificar una base en este campo, escogí estudiar una maestría en Salud Pública, la cual me permitió regresar a América Latina. Colaboré con El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) en una investigación que me acercó a la problemática de la contaminación del agua en San Cristóbal de Las Casas. Forzada por la falta de datos, utilicé la metodología de la evaluación de riesgo a la salud para dimensionar y comparar con otros contextos el riesgo al cual se estaba sometiendo la población de San Cristóbal de Las Casas. Durante mis estudios de maestría critiqué esta metodología y nunca pensé que recurría a ella. Después comprendí la importancia de contar con diversas herramientas y metodologías para analizar la realidad y generar evidencias que contribuyan a la movilización y la toma de decisiones.
En el 2015 me invitaron a ser parte de Cántaro Azul, un espacio que me ha permitido seguir trabajando en ese camino que escogí. Durante estos años he corroborado la certidumbre que tengo de que las problemáticas complejas deben ser abordadas a partir de las preguntas y no desde las disciplinas o los campos de conocimiento. Creo en que la ciencia debe de ser un camino más que nos ayude a comprender la realidad en la que vivimos y que debemos apropiarnos de ella, no a la inversa. Yo seguiré haciéndome preguntas y veremos en el futuro qué caminos me ayudan a responderlas.