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Alejandra Valdés

Programa de inducción en Cántaro Azul


Hace más de dos años entré al equipo Cántaro en un contexto de atención a emergencias; en medio de prisa, estrés, ganas, mucho buen humor y miles de kits de higiene personal. En ese momento muchas escuelas afectadas por los sismos de septiembre de 2017 en varios estados estaban trabajando duro por recuperar sus rutinas con el afán de darle la mayor normalidad posible al día a día de niños y niñas que habían pasado por experiencias duras. Cántaro Azul, en conjunto con UNICEF, implementó tecnologías de Agua, Higiene y Saneamiento en los espacios educativos temporales, yo fui contratada para crear materiales que acompañaran esta implementación, mientras la mayoría del equipo estaba viajando a las escuelas.


En mi primer día me enseñaron las instalaciones de la oficina, me presentaron a un montón de personas que me saludaron muy contentas, tuve un montón de material de lectura, otro montón de información y, por supuesto, un montón de problemas para recordar todo eso. Al día siguiente me fui a dar un taller, el año siguiente lo pasé averiguando información acerca de la organización de la que formo parte ya aún ahora me sigo enterando de cosas que son novedades. Ha sido una gran aventura, pero creo que si desde el inicio hubiera tenido una visión integral de lo que es Cántaro Azul, mi trabajo habría sido mucho más sencillo.


En muchos lugares se dice que la única constante en las ONG’s es el cambio, y Cántaro no es la excepción. Estamos en un trabajo constante de deconstrucción y construcción; entender las raíces y conocer el proceso y los resultados del trabajo de decenas de personas que han pasado por aquí, en estos más de 13 años, es fundamental para poder ser parte activa de estos cambios. La idea de crear un proceso de inducción formal, divertido, cálido y, sobre todo, holístico, para mí surgió de frustraciones propias y de imaginar el camino hacia un ideal, que es el estar en una organización en la que el equipo comparta la misma visión, aún desde diferentes miradas.



En 2019 fui invitada a formar parte del valiente equipo que asumió la tarea de diseñar un programa de inducción por demás ambicioso. Implementar por primera vez este programa, en noviembre de 2019, implicó tomar cinco días del tiempo de personas clave, involucrar a muchas otras como facilitadoras, trabajar en equipo para poder llegar a consensar los contenidos y mensajes claves que todo el equipo debe tener, la manera de presentarlos, convertir lo aburrido en emocionante, lo pesado en divertido, lo amplio en concreto, y no desistir en el intento. Ha sido un proceso cansado pero edificante, sobre todo en el sentido de poder re-comprender la labor de Cántaro Azul y la mía propia dentro de la organización. Ni siquiera quienes llevamos aquí mucho tiempo tenemos (por ahora) toda la información que esta “nueva generación” tiene después de la inducción.


Creo que la oportunidad de conocer y convivir con el personal nuevo, saber sus nombres, verlos formar equipo e integrarse a Cántaro, es invaluable. Ahora nos vemos en los pasillos y sabemos quiénes somos y qué hacemos aquí, respetamos su trabajo y sabemos para qué podemos pedirnos apoyo, sabemos por qué estamos aquí; ese es el primer paso. Para lo que sigue, mi reto personal es que el equipo no sea formado solamente por las personas que llegan, que nadie pase aquí un mes sin que la mayoría sepa su nombre o su trabajo y que, a pesar de los cambios, la constante seamos nosotras, las personas.

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